Publicado en la web Málaga Hoy en julio de 2009
Ya se retiró hace unos años de la Policía pero sus ojos y su discurso todavía no han olvidado muchos de los momentos, buenos y malos, que pasó mientras estuvo al frente de la Sección de Estupefacientes de la Costa del Sol de la Policía Nacional en la década de los 80. Una sección que prácticamente nació a la par que fueron entrando, y conociéndose, las drogas en Málaga y en el resto del país. Precisamente por eso fue más duro ya que, por una parte, se desconocía el tamaño que podía adquirir ese mercado clandestino y, por otra, la más importante, no se sabía qué efectos podrían producir en las personas. De hecho, los policías nacionales de aquella época, que estaban curtidos en mil batallas como los de ahora, se llegaban incluso a sorprender al ver cómo la droga era capaz de destrozar física y psíquicamente a personas jóvenes y a cambiarles su modo habitual de vida, pasando de ser gente normal a delincuentes.
"Al principio de los 80 entró con fuerza la heroína y la mayoría de los toxicómanos no trabajaban, por lo que la única forma de obtener dinero para sus dosis era robando los radiocasetes del interior de los vehículos o dando tirones de bolsos", recuerda José Cabrera Lobato, policía veterano que ha publicado recientemente un libro titulado Vivencias de un policía. Tráfico de drogas en la Costa del Sol 1976-1992, editado por G33, y que ayer explicó su experiencia en primera persona en una conferencia en la Asociación de la Prensa de Málaga.
La droga, lógicamente, no llegaba por arte de magia a Málaga, sino que cada vez se fueron creando más cárteles especializados procedentes en su mayoría del extranjero y eso motivó que "entre las mismas organizaciones hubiera ajustes de cuentas, robo de mercancías, chivatazos, secuestros, robos, palizas... de todo".
La Policía se tuvo que adaptar a las nuevas circunstancias e ir incrementando su organigrama conforme se complicaba la situación. Cabrera señala que en 1973 sólo había en Málaga tres grupos policiales contra la delincuencia común. Uno para robos, otro para hurtos y estafas, y otro para delitos contra las personas. La cuarta que se creó fue la de atracos porque en aquellos años los delincuentes empezaron a usar pistolas y, posteriormente, apareció el tráfico de estupefacientes, para lo que se creó en Málaga el grupo Costa del Sol. Se establecieron en la Costa diversos grupos de delincuentes agrupados por nacionalidades y se hizo necesario crear un grupo de delincuencia internacional. Dicho de otra forma, en sólo unos años se duplicó el número de grupos especializados policiales.
No fue por gusto. Los marroquíes traían hachís "y al principio era complicadísimo cogerlos porque siempre venían en barcas por el campo de Gibraltar cuando había luna nueva. Pasamos de coger chinas de hachís a saber que todos los meses introducían alijos de 200 ó 300 kilos por lo que literalmente nos volvimos locos detrás de ellos. Tuvimos algunos éxitos pero la mayoría fueron fracasos".
La heroína era coto de los turcos, la cocaína de los colombianos y hasta la mafia italiana tenía ramificaciones y bases asentadas en la Costa del Sol. El trabajo policial era cada vez más intenso aunque el mayor golpe que dieron fue casi fruto de la casualidad. En 1989, un turco que había estado en la cárcel, al sentirse desplazado por su organización criminal, sirvió de confidente a Cabrera. "Me pidió quedar libre de una denuncia y 5 millones de pesetas y, tras consultarlo con mis superiores, lo pudimos conseguir", señala. Gracias a sus confidencias desarticularon una banda internacional con varias cabezas e incautar cerca de 200 kilos de heroína "cuando lo máximo que habíamos conseguido pillar hasta ese momento eran alijos de cinco o siete kilos". Fue la mayor operación antidroga de Europa en ese momento con cerca de 30 detenidos, si bien en apenas unos meses los turcos enviaron sustitutos para restablecer la red "porque había mucha mercancía entregada y no cobrada".
Una de las situaciones que más impactó a Cabrera fue encontrar en un chalé de Pedregalejo "a 17 jóvenes heroinómanos que se acababan de poner sus dosis, estaban atontados y había dos críos en el suelo que se estaban revolcando en las heces, mientras un camello recién llegado de Holanda estaba pesando y adulterando 60 gramos de heroína. Fue un cuadro tremendo". Este policía tampoco es capaz de olvidar la imagen de un chico que encontraron muerto en 1982 con una jeringuilla clavada en el brazo bajo el puente de Tetuán, en el Guadalmedina, y que fue la primera muerte por sobredosis o adulteración que vio la Policía en Málaga. "Otro año hubo 15 muertes de este tipo y luego ya perdí la cuenta", afirma resignado Cabrera quien, desde la tranquilidad del retiro, expone sus recuerdos para dar a conocer todas esas vivencias y, de paso, ayudar a otros compañeros porque la experiencia siempre es un grado.
Fuente: malagahoy.es